Todo se transforma en la noche, oscura y fría. Miras al rededor tuyo, un barranco, un bosque y un campo, el cielo estrellado y con una gran y blanca luna te invitan a recostarte y mirar.
Te acuestas sobre el pasto, y piensas en todas las cosas de tu vida: lo bueno, lo malo y lo que te fué y és indiferente. Y piensas en lo indispensable que fue para tí el amor en tu vida...
Recuerdas sus ojos, sus lagrimas y sus sordas súplicas el viento... Y piensas en tí, en que lo sientes, en que lo percibes en el aires, como hace unos cuantos años cuando sola pedías por que te salvaran, porque te cuiden y te sanen las heridas... Ahora solo piensas en que quieres ver la felicidad en sus ojos, y tu alma loca se vuelve, tu mente se desquiciara piensas, si no los vez felices como alguna vez, pero una felicidad verdadera.
Y piensas en si no estarias, si no hubieras llegado, imaginas como seria si ahora te tirarías por aquel barranco, y se te ocurren dos cosas: por un lado, tubiste el suficiente valor para dejar de ladrar y morder por primera vez en tu vida. Por otro lado, piensas en el dolor que causarías, y en lo que dejarias... Vos no querías eso, el pensamiento del dolor que les causarias te abre el pecho, te sacude de arriba a abajo, te golpea, te destroza...
Te levantas, y das vueltas, corres, te sientas, te levantas y caminas, exploras y vuelves.
Mujer, a ti nadie te entiende, ¿siquiera tu logras hacerlo? Despierta y date cuenta que el sol ha salido, que no todo es oscuridad, no debes sentirte a gusto allí, tanto tiempo en las sombras puede desgastar tu alma y tu sonrisa.
No te ahogues en un maldito vaso con agua..
21 enero 2010
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